lunes, 14 de febrero de 2011

Kafka: La Razón de lo Absurdo

Por Gonzalo Flores

“Pero qué extremadamente 
repulsiva es la historia”

Franz Kafka. Carta a Felice Bauer

Dos son las características principales que a mi parecer logran envolver en un todo a la mítica novela “La Metamorfosis” de Franz Kafka. La primera puede ser caracterizada teóricamente por el concepto de alienación, sobre todo lo expuesto por Carlos Marx y que fuese desarrollado con sumo cuidado posteriormente por Herbert Marcuse. En cuanto a la segunda, ésta se extiende prácticamente en el área de la psicología y más específicamente en los linderos del psicoanálisis; manifestándose a lo largo de la novela en la relación que el personaje principal tiene con los demás miembros de su familia. 

Gregorio Samsa, antihéroe predilecto, no es más que una encarnación contundente de lo horrendo y siniestro que en ciertas ocasiones se hace presente en la sociedad humana por medio de nuestra conciencia. No es casualidad que la novela comience con el despertar de un sueño “intranquilo”, el sueño como descripción de un acto inconsciente representa también en cuestiones de temporalidad el pasado del personaje, insinuado más nunca delatado en varios extractos de la narración, éste se presenta como algo, por decir lo menos, indeseable para Gregorio. 

El personaje, un vendedor por catálogo que se la pasa viajando en tren sin entablar ninguna relación verdaderamente humana, la vida laboral comprende todo lo que sabemos de su vida y al mismo tiempo pretende devorar lo que falta de ella, la rutina va provocando una completa despersonalización de su identidad. La imposibilidad de poder cambiar de empleo debido a la deuda que su familia tiene con la empresa es también un factor importante de su pasado, la necesidad que empuja al individuo a integrarse al sistema laboral con todas sus reglas es la taimada crítica que Kafka agrega al texto. 

Esta despersonalización de la identidad también se le puede calificar de extrañamiento de uno mismo, es decir, estar alienado. En los textos de Marx se describe como el estar inserto en una vida rutinaria donde se tenga que realizar sólo una actividad mecánica por largas jornadas, como el ensamblar una parte automovilística en alguna fábrica de Nueva York por doce horas diarias (por ejemplo), va provocando que las características objetivas del ser humano vayan siendo suplantadas por la frialdad de una máquina. Sin embargo, la alienación del individuo no se da meramente en los procesos productivos de la sociedad, como lo explica Marcuse en sus obras más conocidas como son el “Hombre Unidimensional” y “Eros y Civilización”, la deshumanización que conlleva el extrañarse a sí mismo es inherente a la sociedad capitalista y comienza en el seno de la familia. En este caso, la asimilación del individuo por parte del Sistema, como él lo describe, por medio de instrumentos de control que inducen la sublimación de las expresiones sexuales (sensualidad) y subversivas del hombre van provocando el extrañamiento. Esto por supuesto va creando una tensión interna en el individuo que irremediablemente lo lleva a la lucha por su emancipación. 

El despertar es la clara muestra de la concientización de esa emancipación que Samsa muy probablemente estuvo buscando en aquel sueño “intranquilo”, al hacerse consiente de uno mismo Gregorio puede ver con toda tranquilidad los estragos de la alienación, que en términos kafkianos es lo mismo que convertirse en un “bicho monstruoso”. El principal efecto de ese estado de conciencia es sentir por primera vez lo que algunos llamaban el Ennuí, aquella Náusea sartreana que significa la propia existencia, “un dolor leve y sordo que nunca antes había sentido” dice el personaje apenas dado unas vueltas en su cama. Es por esto que la razón de lo absurdo es la concientización de la propia alienación. 

La emancipación del Sistema no sólo significa liberación, también representa aislamiento; he aquí la segunda característica del texto, la relación del bicho Samsa con las demás personas, sean o no su familia es imposible. Esto se debe a una impotencia de comunicarse por medio de la palabra, él trata de hablar en ciertas ocasiones, pero al darse cuenta que lo que sale de sus mandíbulas no es el lenguaje siente vergüenza y desiste, en cambio los que están a su alrededor nunca intentan ni siquiera hacer una prueba. La vergüenza es la síntesis de la contradicción que encierra el ser consciente de estar alienado pero no por eso des-alienarse, sé está emancipado más no liberado. No obstante las reacciones de su familia al verlo por primera vez también contribuyen al aumento de la vergüenza, no aceptan la realidad que representa la conciencia, ven en él lo que podrían ser si salieran de su estado de somnolencia por lo que lo encuentran aberrante dentro de su propia identificación. Ante esto deciden que lo mejor es aislarlo para no tener que enfrentarlo y para Samsa resulta cómodo, el no tener que enfrentar esa libertad que le es ajena pero que siempre está presente en la forma de un hambre insaciable. 

En la hermana recae toda la responsabilidad de atenderlo (dentro de esto está el ofrecerle comida), sin embargo, lo hace gustosa por dos razones: la primera es el gran afecto y gratitud que siente por su hermano al haber sido el soporte de la familia por cinco años y la segunda es debido a que el papel que desempeñaba dentro de la familia durante este tiempo fue el de la improductiva, esto por dedicar la mayor parte de su tiempo a tocar el violín. El padre, por otra parte, representa en todo momento la figura de autoridad, ya sea dentro de la familia o dentro de la propia sociedad, orgulloso de poder mostrar su capacidad coercitiva, arremete en dos ocasiones contra el bicho de su hijo hiriéndolo gravemente, en una de ellas, con una manzana. La relación con su padre nunca fue fácil, parece ser que Gregorio siempre trató de evitar ser como él y en la forma representativa esto indica que siempre evitó ser asimilado, transitar al súper yo, al yo civilizado. Estas son las dos tendencias principales, la madre no representa más que esa aversión general por lo siniestro, en este punto valdría la pena un análisis más profundo. 

Todos ellos al tener que subsistir empiezan a ver a Gregorio Samsa como una verdadera carga, una molestia a la que no vale la pena aguantar, es claro que el que alguna vez fue uno de ellos ya no lo volverá a ser, está emancipado. 

Finalmente el desenlace, en la escena la hermana toca el violín frente a sus padres, pero también frente a los huéspedes que ahora deben alojar debido a la penosa situación económica, la interpretación de algo que parece ser bello se presenta ante los ojos del bicho, pero sobretodo, entra por sus oídos tirando el fino manto de su alienación, descubre la razón de su hambre enfrentando la libertad tan temida y sale de su caverna para intentar saciarla. 

Lo sublime como característica objetiva del hombre es el poder apreciar el arte como algo contemplativo pero también interiorizarlo como una forma de identificarnos con lo humano, Kafka lo expresa de una forma muy clara: “¿Era en realidad un animal, si le emocionaba tanto la música?”. Realmente repulsivo es el actuar de los presentes al momento de percatarse de lo que acontece, todos eufóricos gritan y se agitan, los huéspedes deciden salir de la sala y anunciar su pronta retirada de la casa, ante esto el padre lo que hace es regresar a aquel bicho de donde salió. La liberación absoluta frustrada, el saber que no importa lo que hagan y lo peor es que todo se debe a ser más humano que los que se dicen serlo, ante esto y como único acto verdaderamente libre, deja de existir. Su familia, pero en especial la hermana, continúa su confortable viaje que muy probablemente resultará en el tranvía con destino al paradero inhóspito de lo absurdo.

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